lunes, 2 de diciembre de 2024

Bel canto (relato)

Los hombres jamás imaginaron que serían capaces de llevarlo a la práctica, pero allí estaban, en plena Avenida 9 de Julio, frente al Teatro Colón, uno de los mejores coliseos del mundo, ubicado a pocas cuadras del Teatro Nacional Cervantes. El barrio de San Nicolás había sido mudo testigo de sus reiteradas apariciones, aunque habían desestimado su exótico plan, en cada ocasión, por diferentes motivos. Hasta hoy.

Aguardaban impacientes, sobre la calle Cerrito, la salida de la protagonista de la ópera “Aída”, una joven soprano que había accedido a la fama en forma vertiginosa, que era lo que más le molestaba a Roberto. Además de que cantara como los dioses, porque María Callas ahora tenía rival. Aunque no todo estaba en su contra: la griega, por suerte, se había muerto.

La cantante hizo, por fin, su aparición, rodeada de buena parte del elenco. No cesaba de recibir ovaciones por todos los costados y, como profesional que era, supo integrar al resto. Una vez que se fue quedando sola, los dos hombres aprovecharon para acercarse y le pidieron que les firmara los programas de mano. Ella, muy desenvuelta y seductora, tomó la lapicera que uno le ofrecía y, también, se los dedicó. En el momento que se disponía a subir al auto que la llevaría a su casa, Roberto le cortó el paso con disimulo.

-Señorita Lundren, por favor, acompáñenos a tomar una copa, así seguimos conversando un poco más. Somos fervientes admiradores del bel canto, que usted maneja con tanta naturalidad…

Verónica Lundren no pudo obviar semejante comentario y, a pesar de saber que algunos admiradores debían ser mantenidos a distancia prudencial, accedió muy complacida. Por seguridad, propuso ir a un bar cercano al Obelisco (uno de los íconos del centro porteño, junto al cual los turistas registraban su paso por Buenos Aires), pero la convencieron de visitar un lugar pintoresco en la dirección opuesta, de camino a la Avenida del Libertador. Sin embargo, al subir al auto de Roberto, los hombres revelaron sus verdaderas intenciones.

-Mirá, piba, no queremos entretenerte, así que vamos al grano -dijo, sentado al volante, mirándola por el espejo retrovisor.

-¡No me lastimen, por favor, les doy todo lo que tengo! -manifestó la cantante, desde el asiento trasero, comenzando a revolver la cartera muy angustiada.

-No, pará, no entendiste, ¿qué te pensás que somos? -remató Hernán, dándose vuelta, que a esa altura comenzaba a alterarse después de superar con estoicismo la ópera completa.

Los tres permanecieron observándose en silencio. Ella aferraba con temor su cartera contra el pecho, mientras pensaba que había sido un error ser tan condescendiente. ¿Por qué no había escuchado los sabios y reiterados consejos que le había dado su partenaire en los ensayos? En la próxima función debería darle la razón… Siempre que hubiera una próxima función, claro.

-Che, calmate. Sólo queremos que le cumplas el deseo a éste y te podés ir -dijo Hernán.

-¿¿Qué deseo…?? -la voz de la soprano se parecía más a un chillido que a un gorjeo.

-Te dije, boludo, no es tan buena como te creés.

Roberto lo miró con desaprobación y semblanteó a la mujer. Sí, estaba visiblemente asustada. Lo mejor sería concluir lo más rápido posible, por si se le ocurría ir a la policía.

-Escuchame, Vero, ¿te puedo llamar así? Resulta que siempre quise ser como vos, o sea, cantante lírico, pero no se me dio. ¡Ni siquiera pude entrar a estudiar al Colón, me cacho! En fin… La cosa es que me hubiera encantado poder cantar con la Callas, ¿viste?, pero se me fue demasiado pronto -ahí Roberto hizo un paréntesis porque se había emocionado. Hernán le alcanzó su pañuelo, aunque lo observó con rechazo y prefirió no aceptarlo. -Perdón, me acuerdo y me agarra un nudo en la garganta… Bueno, como te venía diciendo, entonces se me ocurrió, cuando te escuché el otro día, porque ya vine varias veces, no soy un improvisado, te vengo siguiendo la trayectoria- enfatizó dramáticamente Roberto.

-¿Podés sintetizar, por favor? Entre la ópera y tu declaración de amor, ya llevamos como 4 horas dando vueltas con el asuntito -a Hernán comenzaba a agotársele la paciencia.

-Pará, pesado, si estás apurado, andate, que yo me puedo arreglar solo.

En ese momento, Verónica palideció y Roberto se dio cuenta de que estaba prolongando demasiado el misterio y que la soprano terminaría, efectivamente, yendo a denunciarlos.

-La cosa es así. Quiero que cantes conmigo la escena 2 del cuarto acto, cuando a Radamés y Aída les llega la hora fatal y se despiden del mundo; lo grabo con el celular y listo.

Verónica Lundren bajó un poco la guardia tras recibir un pedido tan inusual. Si bien parecían dos tipos inofensivos, la propuesta era por demás descabellada. Pensó con detenimiento lo que respondería, dado que no estaba segura de que eso fuera todo.

-O sea que, si acepto cantar con vos, me liberan…

-¡¡Pará, esto no es un secuestro!! ¿¿Vos ves armas, sogas, capuchas?? -Hernán se estaba poniendo de un pésimo humor, algo que le ocurría cada vez que estaba hambriento.

-No maltrates a la chica porque en eso habíamos quedado. Y vos sé buenita, dame el gusto, que para vos es una pavada y para mí es como tocar el cielo con las manos. Así hacemos de cuenta que acá no pasó nada. ¿Qué decís, piba?

La cantante no pensaba ir a la comisaría, aunque sí consideraba que habían llegado demasiado lejos. Primero, le habían mentido, y ahora, la extorsionaban. ¿Y si se negaba, qué harían, la llevarían a recorrer los 48 barrios porteños hasta que claudicara?

-En eso te equivocás, porque sí pasó, me están privando de mi libertad -la joven acababa de perder el escaso temor que aún le quedaba y decidió plantar bandera con respecto a sus derechos. Desde luego que llevaba el pañuelo verde en la cartera, como siempre. En plena época del “Ni una menos” y del “Me Too”, no iba a permitir que dos enajenados se pasaran de listos.

-¿No te dije, nabo? No sé para qué hicimos todo este kilombo. Vos y tus sueños incumplidos.

-Tenés razón, Hernán. Al final, todas las minas son iguales. Me sacaste las ganas. Andá, andá a cantarle a Magoya.

(Presentado en el concurso Yo te cuento Buenos Aires X, de la Legislatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2023)


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