Su cabeza estaba repleta de pensamientos. Pensamientos sobre
la pérdida de valores, pensamientos sobre el cambio climático, pensamientos
sobre la violencia de género, pensamientos sobre las revueltas sociales,
pensamientos sobre la intolerancia religiosa, pensamientos sobre la falta de
recursos naturales, pensamientos sobre el monopolio, pensamientos sobre el
intervencionismo en las tendencias…
Llevaba tanto tiempo pensando que se sentía de otro siglo.
No recordaba haber dejado de pensar ni un solo día. Aunque también pensaba
acerca de cosas más cotidianas…
Pensaba cómo desempeñar mejor su trabajo, pensaba cómo ser
un marido más atento, pensaba cómo convertirse en un padre más amoroso, pensaba
cómo actuar de modo más solidario.
Hasta que se dio cuenta de que llevaba una gran carga sobre
los hombros. Su capacidad casi infinita de pensar y repensar cada situación,
por más pequeña o efímera que fuera, le había otorgado el apodo de Mister
Encyclopaedia, algo que le había sacado una sonrisa al principio pero que deseaba
desterrar de la memoria colectiva en la actualidad.
Por lo que, decidido a darle un giro de 180 grados a su
existencia, se propuso darle rienda suelta a la espontaneidad y desembarazarse
de tanta reflexión y análisis. Grande fue su sorpresa al pasar por una vidriera
y observarse en el espejo que allí había: su cabeza había recobrado su aspecto
normal. Y se dispuso, entonces, a vivir la vida.