Los hombres jamás
imaginaron que serían capaces de llevarlo a la práctica, pero allí estaban, en
plena Avenida 9 de Julio, frente al Teatro Colón, uno de los mejores coliseos
del mundo, ubicado a pocas cuadras del Teatro Nacional Cervantes. El barrio de
San Nicolás había sido mudo testigo de sus reiteradas apariciones, aunque
habían desestimado su exótico plan, en cada ocasión, por diferentes motivos.
Hasta hoy.
Aguardaban impacientes,
sobre la calle Cerrito, la salida de la protagonista de la ópera “Aída”, una
joven soprano que había accedido a la fama en forma vertiginosa, que era lo que
más le molestaba a Roberto. Además de que cantara como los dioses, porque María
Callas ahora tenía rival. Aunque no todo estaba en su contra: la griega, por
suerte, se había muerto.
La cantante hizo, por
fin, su aparición, rodeada de buena parte del elenco. No cesaba de recibir ovaciones
por todos los costados y, como profesional que era, supo integrar al resto. Una
vez que se fue quedando sola, los dos hombres aprovecharon para acercarse y le
pidieron que les firmara los programas de mano. Ella, muy desenvuelta y
seductora, tomó la lapicera que uno le ofrecía y, también, se los dedicó. En el
momento que se disponía a subir al auto que la llevaría a su casa, Roberto le
cortó el paso con disimulo.
-Señorita Lundren, por
favor, acompáñenos a tomar una copa, así seguimos conversando un poco más.
Somos fervientes admiradores del bel
canto, que usted maneja con tanta naturalidad…
Verónica Lundren no pudo
obviar semejante comentario y, a pesar de saber que algunos admiradores debían
ser mantenidos a distancia prudencial, accedió muy complacida. Por seguridad, propuso
ir a un bar cercano al Obelisco (uno de los íconos del centro porteño, junto al
cual los turistas registraban su paso por Buenos Aires), pero la convencieron
de visitar un lugar pintoresco en la dirección opuesta, de camino a la Avenida
del Libertador. Sin embargo, al subir al auto de Roberto, los hombres revelaron
sus verdaderas intenciones.
-Mirá, piba, no queremos
entretenerte, así que vamos al grano -dijo, sentado al volante, mirándola por
el espejo retrovisor.
-¡No me lastimen, por
favor, les doy todo lo que tengo! -manifestó la cantante, desde el asiento
trasero, comenzando a revolver la cartera muy angustiada.
-No, pará, no entendiste,
¿qué te pensás que somos? -remató Hernán, dándose vuelta, que a esa altura
comenzaba a alterarse después de superar con estoicismo la ópera completa.
Los tres permanecieron
observándose en silencio. Ella aferraba con temor su cartera contra el pecho,
mientras pensaba que había sido un error ser tan condescendiente. ¿Por qué no
había escuchado los sabios y reiterados consejos que le había dado su partenaire en los ensayos? En la próxima
función debería darle la razón… Siempre que hubiera una próxima función, claro.
-Che, calmate. Sólo queremos
que le cumplas el deseo a éste y te podés ir -dijo Hernán.
-¿¿Qué deseo…?? -la voz
de la soprano se parecía más a un chillido que a un gorjeo.
-Te dije, boludo, no es
tan buena como te creés.
Roberto lo miró con
desaprobación y semblanteó a la mujer. Sí, estaba visiblemente asustada. Lo
mejor sería concluir lo más rápido posible, por si se le ocurría ir a la
policía.
-Escuchame, Vero, ¿te
puedo llamar así? Resulta que siempre quise ser como vos, o sea, cantante
lírico, pero no se me dio. ¡Ni siquiera pude entrar a estudiar al Colón, me
cacho! En fin… La cosa es que me hubiera encantado poder cantar con la Callas,
¿viste?, pero se me fue demasiado pronto -ahí Roberto hizo un paréntesis porque
se había emocionado. Hernán le alcanzó su pañuelo, aunque lo observó con
rechazo y prefirió no aceptarlo. -Perdón, me acuerdo y me agarra un nudo en la
garganta… Bueno, como te venía diciendo, entonces se me ocurrió, cuando te
escuché el otro día, porque ya vine varias veces, no soy un improvisado, te
vengo siguiendo la trayectoria- enfatizó dramáticamente Roberto.
-¿Podés sintetizar, por
favor? Entre la ópera y tu declaración de amor, ya llevamos como 4 horas dando
vueltas con el asuntito -a Hernán comenzaba a agotársele la paciencia.
-Pará, pesado, si estás
apurado, andate, que yo me puedo arreglar solo.
En ese momento, Verónica
palideció y Roberto se dio cuenta de que estaba prolongando demasiado el
misterio y que la soprano terminaría, efectivamente, yendo a denunciarlos.
-La cosa es así. Quiero
que cantes conmigo la escena 2 del cuarto acto, cuando a Radamés y Aída les
llega la hora fatal y se despiden del mundo; lo grabo con el celular y listo.
Verónica Lundren bajó un
poco la guardia tras recibir un pedido tan inusual. Si bien parecían dos tipos
inofensivos, la propuesta era por demás descabellada. Pensó con detenimiento lo
que respondería, dado que no estaba segura de que eso fuera todo.
-O sea que, si acepto
cantar con vos, me liberan…
-¡¡Pará, esto no es un
secuestro!! ¿¿Vos ves armas, sogas, capuchas?? -Hernán se estaba poniendo de un
pésimo humor, algo que le ocurría cada vez que estaba hambriento.
-No maltrates a la chica
porque en eso habíamos quedado. Y vos sé buenita, dame el gusto, que para vos
es una pavada y para mí es como tocar el cielo con las manos. Así hacemos de
cuenta que acá no pasó nada. ¿Qué decís, piba?
La cantante no pensaba ir
a la comisaría, aunque sí consideraba que habían llegado demasiado lejos.
Primero, le habían mentido, y ahora, la extorsionaban. ¿Y si se negaba, qué
harían, la llevarían a recorrer los 48 barrios porteños hasta que claudicara?
-En eso te equivocás,
porque sí pasó, me están privando de mi libertad -la joven acababa de perder el
escaso temor que aún le quedaba y decidió plantar bandera con respecto a sus
derechos. Desde luego que llevaba el pañuelo verde en la cartera, como siempre.
En plena época del “Ni una menos” y del “Me Too”, no iba a permitir que dos
enajenados se pasaran de listos.
-¿No te dije, nabo? No sé
para qué hicimos todo este kilombo. Vos y tus sueños incumplidos.
-Tenés razón, Hernán. Al
final, todas las minas son iguales. Me sacaste las ganas. Andá, andá a cantarle
a Magoya.
(Presentado en el concurso Yo te cuento Buenos Aires X, de la Legislatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2023)